Entre las constelaciones del zodiaco visibles en los cielos boreales hacia el final del verano, Acuario no es una constelación muy brillante. Se encuentra situada entre Capricornio y Piscis, que tampoco son constelaciones muy brillantes y se ubican, respectivamente, al oeste y al este de Acuario.
Para muchos, Acuario rememora el mito de Ganimedes, el copero de los dioses del Olimpo que sufrió el rapto de Zeus. En el cielos, se nos muestra como un joven escanciando agua de un ánfora hacia la constelación del Pez Austral, representada por la estrella Fomalhaut.
La constelación es rica en objetos de cielo profundo, entre los que destacan los dos siguientes: el cúmulo globular M2 y la nebulosa de la Hélice.
M2 es un gran cúmulo globular que resulta fácil de observar, pues se halla un poco al norte de la línea que une las estrellas alfa y beta. Está situado a 33 000 años luz de nosotros y se cree que está compuesto por más de 150.000 estrellas.
NGC 7293 es la nebulosa de la Hélice, es decir, el residuo gaseoso emitido durante las fases finales evolutivas de una gigante roja que se ha transformado en una enana blanca. Gracias a las espectaculares imágenes del mismo captadas por el telescopio Hubble, esta nebulosa recibe el apodo de «El ojo de dios». Se encuentra a unos 650 años luz de la Tierra, y sus dimensiones, claramente definidas, se asemejan a las de la Luna llena, si bien no es tan brillante. De hecho, es difícil apreciarla a simple vista y hasta con un telescopio.